"Estábamos pintando, entonces, una de las paredes del costado, cuando la vimos. En el aire, paralela a las vías, justo entre ellas y la estación, a un metro y medio de altura, estaba la soga. Tendría unos diez centímetros de diámetro. Era una soga fuerte, maciza, marrón. Dejamos los pinceles y las escaleras y nos acercamos. La soga, tirante, había aparecido en algún momento entre las ocho de la mañana y el mediodía. Cuando llegamos no estaba, y ahora se la veía con la autoridad de los objetos que ocupan un espacio desde siempre. Miramos para los dos lados. La soga debía ser enorme, dijimos, porque no se veía ni podíamos imaginar cuál era su verdadera extensión. Lo que más impactaba era que se mantuviera con tanta rigidez, a esa altura, y sin ningún sostén a la vista".
"Estábamos pintando, entonces, una de las paredes del costado, cuando la vimos. En el aire, paralela a las vías, justo entre ellas y la estación, a un metro y medio de altura, estaba la soga. Tendría unos diez centímetros de diámetro. Era una soga fuerte, maciza, marrón. Dejamos los pinceles y las escaleras y nos acercamos. La soga, tirante, había aparecido en algún momento entre las ocho de la mañana y el mediodía. Cuando llegamos no estaba, y ahora se la veía con la autoridad de los objetos que ocupan un espacio desde siempre. Miramos para los dos lados. La soga debía ser enorme, dijimos, porque no se veía ni podíamos imaginar cuál era su verdadera extensión. Lo que más impactaba era que se mantuviera con tanta rigidez, a esa altura, y sin ningún sostén a la vista".