Para leer a Salvador Luis tenemos que aceptar que hay nuevas maneras de enfrentarse a un libro. Tenemos que aceptar, igualmente, que estamos ante un libro que no pretende reducirse a los consabidos rótulos de novela y cuento. Siempre será algo más. Para aproximarnos y luego internarnos en "Zeppelin", ya no se puede ser un lector ingenuo. Hay que estar dispuestos a recibir el golpe y, como en el box, hay que estar bien parados para no trastabillar.
Cada texto de este libro, disímil uno de otro, se nos propone en "Zeppelin" como piezas. Y como tales, sabemos que pasan a ser unidades de un conjunto mayor, de una estructura precisa, compleja, pero inasible. O podríamos decir lo contrario: que son unidades inasibles, pero que en conjunto suman una arquitectura perfecta. Esta paradoja es posible en "Zeppelin": conjunto, unidad, nada, todo.
Para leer a Salvador Luis tenemos que aceptar que hay nuevas maneras de enfrentarse a un libro. Tenemos que aceptar, igualmente, que estamos ante un libro que no pretende reducirse a los consabidos rótulos de novela y cuento. Siempre será algo más. Para aproximarnos y luego internarnos en "Zeppelin", ya no se puede ser un lector ingenuo. Hay que estar dispuestos a recibir el golpe y, como en el box, hay que estar bien parados para no trastabillar.
Cada texto de este libro, disímil uno de otro, se nos propone en "Zeppelin" como piezas. Y como tales, sabemos que pasan a ser unidades de un conjunto mayor, de una estructura precisa, compleja, pero inasible. O podríamos decir lo contrario: que son unidades inasibles, pero que en conjunto suman una arquitectura perfecta. Esta paradoja es posible en "Zeppelin": conjunto, unidad, nada, todo.