Un día de 1923, en la ciudad de Colón , un escribiente de tercera salía del Ministerio donde cumplía funciones, al terminar su jornada de trabajo, después de pasar por la Caja para cobrar su sueldo, porque era el último día hábil del mes. En el lapso que fue entre ese momento y el amanecer del día siguiente, unas diez o doce horas después, escribió un largo poema, completo desde la decisión de escribirlo hasta el punto final, tras el cual no habría agregados ni enmiendas. Se trata El Canto del Niño Virgen, que se convertirá en "la celebrada obra maestra de la moderna poesía centroamericana".
Lo extraño es que este hombre, en sus cincuenta años de vida, no había escrito un solo verso, ni se le había ocurrido ningún motivo para hacerlo. De modo que, entre otras cosas, la novuelle es una irónica alegoría sobre muchos conceptos categóricos de la institución literaria y crítica: la vocación y la inspiración del poeta, el genio que súbitamente se manifiesta y la necesidad de darle a ello un contexto histórico, nacional, psicológico, estético.
Pero Aira va mucho más allá, convirtiendo todo ello en una formidable parodia de las expectativas que todo texto narrativo genera, y haciendo de la situación inicial del relato un desafío a su propia capacidad de fabular: ¿cómo narrar su acontecer, dónde encontrar los indicios? ¿O será que el genio es siempre una formulación a posteriori, una consecuencia de nuestra cultura mitómana?
Un día de 1923, en la ciudad de Colón , un escribiente de tercera salía del Ministerio donde cumplía funciones, al terminar su jornada de trabajo, después de pasar por la Caja para cobrar su sueldo, porque era el último día hábil del mes. En el lapso que fue entre ese momento y el amanecer del día siguiente, unas diez o doce horas después, escribió un largo poema, completo desde la decisión de escribirlo hasta el punto final, tras el cual no habría agregados ni enmiendas. Se trata El Canto del Niño Virgen, que se convertirá en "la celebrada obra maestra de la moderna poesía centroamericana".
Lo extraño es que este hombre, en sus cincuenta años de vida, no había escrito un solo verso, ni se le había ocurrido ningún motivo para hacerlo. De modo que, entre otras cosas, la novuelle es una irónica alegoría sobre muchos conceptos categóricos de la institución literaria y crítica: la vocación y la inspiración del poeta, el genio que súbitamente se manifiesta y la necesidad de darle a ello un contexto histórico, nacional, psicológico, estético.
Pero Aira va mucho más allá, convirtiendo todo ello en una formidable parodia de las expectativas que todo texto narrativo genera, y haciendo de la situación inicial del relato un desafío a su propia capacidad de fabular: ¿cómo narrar su acontecer, dónde encontrar los indicios? ¿O será que el genio es siempre una formulación a posteriori, una consecuencia de nuestra cultura mitómana?