El héroe de esta comedia fúnebre es un enfermo del pelo. Tiene pelo de más, pelo para regalar. Pero tiene miedo de perderlo, o de ponerlo en las manos equivocadas, o de vivir siempre pendiente de su suerte, a merced de la moda, las chicas incompetentes que lavan o los peluqueros irresponsables. Es víctima de un trauma doble, sin salida: no ser ya el rubio lacio y burgués que alguna vez fue, no haber sido capaz de llegar al afro, el corte militante que reclamaban los años 70.
El pelo es su fetiche, su obsesión, su pesadilla frívola. Pero es también el nexo intenso y equívoco que lo liga a los tres personajes con los que se cruza en esta ficción desolada: Celso, un peluquero paraguayo genial, que le corta el pelo como los dioses y un buen día desaparece sin aviso, tragado por el submundo sórdido del shaving; Monti, desfachatado y extremo, un gran amigo de infancia que irrumpe de tanto en tanto en su vida, electrizándola con historias extravagantes y ensombreciéndola con una promesa de muerte; el Veterano de guerra, hijo de un combatiente perdido en la selva misionera, que después de décadas de exilio europeo vuelve a Buenos Aires y sobrevive vendiendo drogas entre una clientela de espectros.
Cruzándose y desencontrándose con una caprichosa puntualidad, los cuatro náufragos de Historia del pelo vagan a la deriva, se descubren, se ayudan, se traicionan y terminan aspirados por el enigma del libro, el gran agujero negro donde confluyen la historia de un país y el cuerpo singular de sus víctimas: la misteriosa suerte corrida por la peluca que usó una guerrillera célebre para secuestrar a un jerarca militar, ejecutarlo e inaugurar así la década más sangrienta de la historia argentina.
El héroe de esta comedia fúnebre es un enfermo del pelo. Tiene pelo de más, pelo para regalar. Pero tiene miedo de perderlo, o de ponerlo en las manos equivocadas, o de vivir siempre pendiente de su suerte, a merced de la moda, las chicas incompetentes que lavan o los peluqueros irresponsables. Es víctima de un trauma doble, sin salida: no ser ya el rubio lacio y burgués que alguna vez fue, no haber sido capaz de llegar al afro, el corte militante que reclamaban los años 70.
El pelo es su fetiche, su obsesión, su pesadilla frívola. Pero es también el nexo intenso y equívoco que lo liga a los tres personajes con los que se cruza en esta ficción desolada: Celso, un peluquero paraguayo genial, que le corta el pelo como los dioses y un buen día desaparece sin aviso, tragado por el submundo sórdido del shaving; Monti, desfachatado y extremo, un gran amigo de infancia que irrumpe de tanto en tanto en su vida, electrizándola con historias extravagantes y ensombreciéndola con una promesa de muerte; el Veterano de guerra, hijo de un combatiente perdido en la selva misionera, que después de décadas de exilio europeo vuelve a Buenos Aires y sobrevive vendiendo drogas entre una clientela de espectros.
Cruzándose y desencontrándose con una caprichosa puntualidad, los cuatro náufragos de Historia del pelo vagan a la deriva, se descubren, se ayudan, se traicionan y terminan aspirados por el enigma del libro, el gran agujero negro donde confluyen la historia de un país y el cuerpo singular de sus víctimas: la misteriosa suerte corrida por la peluca que usó una guerrillera célebre para secuestrar a un jerarca militar, ejecutarlo e inaugurar así la década más sangrienta de la historia argentina.