Una exasperación de lo cotidiano: eso es lo que propone este libro. O el desmantelamiento de ciertos hechos domesticos al punto de que toda banalidad se borra de ellos y aparecen ante nosotros como perturbadores o aun intolerables.
El habla de la pequeña burguesia es el lenguaje dominante en estos cuentos; las mujeres, sus protagonistas centrales.Y su cualidad mas abarcadora, la de arrancar notas inesperadas de ciertas vidas que podrían parecer imperceptibles,
Malvadas o sublimes debajo de su apariencia neutra, podemos ver a éstas mujeres de edades e historias diversas despojadas de toda construcción atenuadora. En la trastienda de sus actos, se debaten entre la mezquindad y el deseo, entre la revancha, la derrota y el sueño de felicidad.
Me atrevo a decir que Coronadas de gloria va a llevar a los lectores a ese estado singular de zozobra y de placer que sólo provoca la lectura de los buenos cuentos.Y que dos de esos cuentos son antológicos: Felicidad y De rodillas, e instalan a Alejanra Laurencich en un sitio incanjeable de la nueva narrativa argentina.
Una exasperación de lo cotidiano: eso es lo que propone este libro. O el desmantelamiento de ciertos hechos domesticos al punto de que toda banalidad se borra de ellos y aparecen ante nosotros como perturbadores o aun intolerables.
El habla de la pequeña burguesia es el lenguaje dominante en estos cuentos; las mujeres, sus protagonistas centrales.Y su cualidad mas abarcadora, la de arrancar notas inesperadas de ciertas vidas que podrían parecer imperceptibles,
Malvadas o sublimes debajo de su apariencia neutra, podemos ver a éstas mujeres de edades e historias diversas despojadas de toda construcción atenuadora. En la trastienda de sus actos, se debaten entre la mezquindad y el deseo, entre la revancha, la derrota y el sueño de felicidad.
Me atrevo a decir que Coronadas de gloria va a llevar a los lectores a ese estado singular de zozobra y de placer que sólo provoca la lectura de los buenos cuentos.Y que dos de esos cuentos son antológicos: Felicidad y De rodillas, e instalan a Alejanra Laurencich en un sitio incanjeable de la nueva narrativa argentina.