Los Jovenes Detectives: las trece monedas de oro

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Los libros de los jóvenes detectives, entregados en forma de capítulos, tienen como personajes principales a un muchacho llamado Schariar y su compañera Ayesha, ambos estudiantes de Sistemas Informáticos, y que por esas casualidades de la vida se ven involucrados en un caso policíaco en el cual la policía está tras la pista de una banda criminal que se dedica a extorsionar y robar a empresarios y personas importantes de diferentes países. Schariar es un muchacho de buen físico, blanco, de ojos pardos y mirada profunda; basta sólo una conversación con él para entender que tiene una personalidad intrínsecamente analítica; práctica las artes marciales, le gusta descubrir y estudiar las culturas antiguas, y es un detective innato, a tal punto que de chico se hizo amigo de algunos policías locales con la idea de poder colaborar, según él, con la investigación de determinados casos. Su padre es árabe, pero nunca profesó la religión musulmana; es más, la rechaza por considerarla anticuada y plagada de filosofías machistas. Su madre es francesa, de típica familia parisiense y profundamente católica, considera a las otras religiones como meras sectas con el único fin de aprovecharse de la raza humana, no le gusta la violencia, ni la discriminación racial, no cree en razas elegidas, y considera a todos los seres humanos como una sola raza. Su compañera, Ayesha, es peruana, pero de padre y madre ingleses que no pertenecen a ninguna religión,
aunque creen profundamente en Dios; son amantes de las ciencias ocultas desde sus antepasados, a tal punto que cuentan que uno de sus ascendientes hace diecisiete generaciones, ahí por los años 1760, murió en la hoguera, acusada por la Santa Inquisición de realizar conjuros y profecías. Desde tiempos inmemoriales la familia de Ayesha practica la alquimia y se dice que sus conocimientos son tan profundos que inclusive lograron encontrar los secretos de la piedra filosofal, y muchas más cosas que aquí no estoy dispuesto a escribir. Ayesha y Schariar, a pesar de pertenecer a familias tan distantes en forma de vida y pensamiento, son grandes amigos y se profesan un gran cariño mutuo; juntos se involucrarán en episodios difíciles de resolver. Ahora, para beneplácito de usted, estimado lector, tendré el agrado de presentarle en diversos libros cada uno de los casos que me llegaron a mi oficina, en forma misteriosa, unos manuscritos dejados debajo de mi puerta por terceras personas, es a pedido de ellas que me reservo el derecho de mantener sus nombres en anonimato.