La pequeña joya que nace de la prolongada amistad literaria entre Robbe-Grillet y Roland Barthes se prolongó durante veinticinco años. Son innumerables las muestras de su profunda y mutua estima intelectual: su correspondencia privada, sus textos publicados como las conversaciones que mantuvieron sobre todo en el famoso diálogo que da título a esta obra. Aunque Robbe-Grillet afirmaba que tenía muy pocos amigos, en la lista nunca faltaba al lado de Jérôme Lindon, el nombre de Roland Barthes. En 1985, pronosticaba: «Es su obra de escritor lo que perdurará». Diez años más tarde, en 1995, lo imagina con las trazas de novelista, impaciente, alegre, divertido con la reescritura, «la euforia lo mueve. Embargado por una dicha inagotable», Las penas del joven Werther... Estos textos de Robbe-Grillet son como el eco diferido de los que Roland Barthes le dedicó en 1964 en sus Ensayos críticos.
La pequeña joya que nace de la prolongada amistad literaria entre Robbe-Grillet y Roland Barthes se prolongó durante veinticinco años. Son innumerables las muestras de su profunda y mutua estima intelectual: su correspondencia privada, sus textos publicados como las conversaciones que mantuvieron sobre todo en el famoso diálogo que da título a esta obra. Aunque Robbe-Grillet afirmaba que tenía muy pocos amigos, en la lista nunca faltaba al lado de Jérôme Lindon, el nombre de Roland Barthes. En 1985, pronosticaba: «Es su obra de escritor lo que perdurará». Diez años más tarde, en 1995, lo imagina con las trazas de novelista, impaciente, alegre, divertido con la reescritura, «la euforia lo mueve. Embargado por una dicha inagotable», Las penas del joven Werther... Estos textos de Robbe-Grillet son como el eco diferido de los que Roland Barthes le dedicó en 1964 en sus Ensayos críticos.