Políxena, Mirtale, Olimpia y Estratonice fueron los cuatro nombres de la madre de Alejandro Magno. Aunque sobre ella hay mucho escrito, como de pocas mujeres de la Antigüedad , no nos es posible acercarnos a su figura histórica como lo podríamos hacer con su hijo o su marido: una mujer en el mundo helénico no formaba parte de los acontecimientos, los padecía, y pocas veces los protagonizaba en primera y única persona, salvo que tuvieran relación con algún hombre.
La vida de Olimpia llama la atención, quizá injustamente, porque fue madre y esposa de los monarcas que cambiaron el mapa político de la Grecia del siglo IV a.C., no exclusivamente por ella. Por eso es necesario conocer qué pensaban y hacían los hombres a su alrededor para saber cómo pudo influir sobre ellos y, tangencialmente, hacernos una idea de su carácter: Cuando Alejandro toma el título de faraón, de gran rey de Persia o exige que se le trate como a un dios; cuando Filipo huye al creer verla con Zeus transformado en serpiente que se enreda entre las piernas; cuando, siendo ya una anciana sexagenaria, los soldados de Casandro se niegan a ejecutarla, están mostrando indirectamente el gesto, la actitud y el pensamiento de esta mujer feroz y mística al mismo tiempo. La vida de la «reina de los cuatro nombres» no es sino la manifestación de su deseo de pertenecer a algo trascendente que la hizo refugiarse en sus creencias y supersticiones para tocar, siquiera de manera tangencial, el trozo de infinito que le correspondía. Ese infinito hoy la devuelve convertida en un centauro, mitad leyenda, mitad historia.
Language
Spanish; Castilian
Pages
225
Format
Paperback
Release
October 01, 2005
ISBN 13
9788496511095
La reina de los cuatro nombres: Olimpia, madre de Alejandro Magno
Políxena, Mirtale, Olimpia y Estratonice fueron los cuatro nombres de la madre de Alejandro Magno. Aunque sobre ella hay mucho escrito, como de pocas mujeres de la Antigüedad , no nos es posible acercarnos a su figura histórica como lo podríamos hacer con su hijo o su marido: una mujer en el mundo helénico no formaba parte de los acontecimientos, los padecía, y pocas veces los protagonizaba en primera y única persona, salvo que tuvieran relación con algún hombre.
La vida de Olimpia llama la atención, quizá injustamente, porque fue madre y esposa de los monarcas que cambiaron el mapa político de la Grecia del siglo IV a.C., no exclusivamente por ella. Por eso es necesario conocer qué pensaban y hacían los hombres a su alrededor para saber cómo pudo influir sobre ellos y, tangencialmente, hacernos una idea de su carácter: Cuando Alejandro toma el título de faraón, de gran rey de Persia o exige que se le trate como a un dios; cuando Filipo huye al creer verla con Zeus transformado en serpiente que se enreda entre las piernas; cuando, siendo ya una anciana sexagenaria, los soldados de Casandro se niegan a ejecutarla, están mostrando indirectamente el gesto, la actitud y el pensamiento de esta mujer feroz y mística al mismo tiempo. La vida de la «reina de los cuatro nombres» no es sino la manifestación de su deseo de pertenecer a algo trascendente que la hizo refugiarse en sus creencias y supersticiones para tocar, siquiera de manera tangencial, el trozo de infinito que le correspondía. Ese infinito hoy la devuelve convertida en un centauro, mitad leyenda, mitad historia.