La arqueología está desenterrando las pruebas que están provocando el derrumbamiento de la prehistoria oficial. Está destapando una cultura común que nos puede ayudar a vislumbrar el sendero de nuestra primitiva identidad perdida. Un tiempo más milenario en duración y antigüedad que toda la historia guerrera que nos cuentan los libros de la escuela y en el que además, el ser humano vivía en paz e integrado en la naturaleza. Una sociedad "igualitaria, no patriarcal, no guerrera y en la que el trabajo estuvo unido al juego".
Y es que según nos revelan innumerables muestras arqueológicas, hubo un tiempo en el que l@s europe@s vivieron durante milenios en aldeas y ciudades asentadas en el centro de fértiles valles, mucho tiempo antes de que sus futuros descendientes se vieran obligados a vivir en fortificados castros en lo alto de las montañas por temor a que alguien les atacase. Estos pueblos no adoraban a belicosos dioses guerreros sino que sus ritos y creencias seguían siendo herencia del "animismo" paleolítico y, por tanto, muy similares a los de las pocas culturas indígenas actuales que se mantienen todavía al margen de la sociedad industrial.
Dichas comunidades fueron paulatinamente sometidas por culturas patriarcales y guerreras que portaban una nueva religión , un nuevo modo de vida y una nueva estructura social jerarquizada. Está nueva forma de concebir el mundo, que se desarrollará posteriormente en Grecia y Roma, marca el inicio de una Era que se prolonga hasta la actualidad y cuyas desastrosas consecuencias padecemos.
Language
Spanish; Castilian
Pages
287
Format
Paperback
Release
January 01, 2005
ISBN 13
9788460976691
La senda aborigen. Una re-visión de la prehistoria
La arqueología está desenterrando las pruebas que están provocando el derrumbamiento de la prehistoria oficial. Está destapando una cultura común que nos puede ayudar a vislumbrar el sendero de nuestra primitiva identidad perdida. Un tiempo más milenario en duración y antigüedad que toda la historia guerrera que nos cuentan los libros de la escuela y en el que además, el ser humano vivía en paz e integrado en la naturaleza. Una sociedad "igualitaria, no patriarcal, no guerrera y en la que el trabajo estuvo unido al juego".
Y es que según nos revelan innumerables muestras arqueológicas, hubo un tiempo en el que l@s europe@s vivieron durante milenios en aldeas y ciudades asentadas en el centro de fértiles valles, mucho tiempo antes de que sus futuros descendientes se vieran obligados a vivir en fortificados castros en lo alto de las montañas por temor a que alguien les atacase. Estos pueblos no adoraban a belicosos dioses guerreros sino que sus ritos y creencias seguían siendo herencia del "animismo" paleolítico y, por tanto, muy similares a los de las pocas culturas indígenas actuales que se mantienen todavía al margen de la sociedad industrial.
Dichas comunidades fueron paulatinamente sometidas por culturas patriarcales y guerreras que portaban una nueva religión , un nuevo modo de vida y una nueva estructura social jerarquizada. Está nueva forma de concebir el mundo, que se desarrollará posteriormente en Grecia y Roma, marca el inicio de una Era que se prolonga hasta la actualidad y cuyas desastrosas consecuencias padecemos.