Un testimonio estremecedor sobre el infierno carcelario, escrito por uno de los autores más perseguidos del siglo xx. Un ejemplo de rebeldía y de libertad interior.
«Todo es ficción en este libro y todo en él es verídico —se advierte en el epígrafe de Hombres en prisión—. Mediante la creación literaria he tratado de extraer el contenido humano y común de una experiencia personal.» En 1912, Victor Serge, a la sazón editor del periódico L’anarchie, fue juzgado por asociación delictiva con la banda anarquista de Jules Bonnot. Su negativa a delatar a sus camaradas le valió una condena a cinco años de prisión en régimen de confinamiento solitario, que cumplió en las cárceles de La Santé y de Melun. Armado de una libertad interior y de un amor a la vida fuera de lo común, padeció y registró los rigores del cautiverio sin sucumbir a los embates de la enfermedad, la locura o la depresión.
Este retrato sobrecogedor del infierno carcelario trasciende la confesión o el testimonio personal: como dejó escrito el propio autor, «no habla de mí, ni de algunos hombres, sino de los hombres, todos los hombres triturados en el rincón más oscuro de la sociedad». En sus páginas palpita una abigarrada multitud de seres anónimos cuya historia estaba destinada al silencio y al olvido: funcionarios y reclusos, policías y delincuentes de toda laya doblegados por una justicia cruel e inhumana. Escrito pocos años antes de que Serge fuera deportado a la región rusa de Oremburgo, Hombres en prisión es, por su altura literaria y moral, un hito imprescindible de la literatura penitenciaria.
Un testimonio estremecedor sobre el infierno carcelario, escrito por uno de los autores más perseguidos del siglo xx. Un ejemplo de rebeldía y de libertad interior.
«Todo es ficción en este libro y todo en él es verídico —se advierte en el epígrafe de Hombres en prisión—. Mediante la creación literaria he tratado de extraer el contenido humano y común de una experiencia personal.» En 1912, Victor Serge, a la sazón editor del periódico L’anarchie, fue juzgado por asociación delictiva con la banda anarquista de Jules Bonnot. Su negativa a delatar a sus camaradas le valió una condena a cinco años de prisión en régimen de confinamiento solitario, que cumplió en las cárceles de La Santé y de Melun. Armado de una libertad interior y de un amor a la vida fuera de lo común, padeció y registró los rigores del cautiverio sin sucumbir a los embates de la enfermedad, la locura o la depresión.
Este retrato sobrecogedor del infierno carcelario trasciende la confesión o el testimonio personal: como dejó escrito el propio autor, «no habla de mí, ni de algunos hombres, sino de los hombres, todos los hombres triturados en el rincón más oscuro de la sociedad». En sus páginas palpita una abigarrada multitud de seres anónimos cuya historia estaba destinada al silencio y al olvido: funcionarios y reclusos, policías y delincuentes de toda laya doblegados por una justicia cruel e inhumana. Escrito pocos años antes de que Serge fuera deportado a la región rusa de Oremburgo, Hombres en prisión es, por su altura literaria y moral, un hito imprescindible de la literatura penitenciaria.