Las conmemoraciones del 2010 -bicentenario de la Independencia, centenario de la Revolución- coincidieron, en México, con una condena rotunda a la historia «oficial», aquella que se escribe por y para el Estado, la de los desfiles y los discursos, la que padecen los niños en la escuela, la que simplifica y engaña en su afán de formar conciencias. Además de los aniversarios históricos, debe celebrarse la reacción que provocaron, por ser muestra de espíritu crítico y del dinamismo de la esfera pública. Este libro también es producto de la celebración y de sus secuelas. Busca, sin embargo, ir más allá de la crítica justificada pero fácil, y eventualmente limitada, a la historia oficial. Reúne las reflexiones de un grupo de académicos sobre las maneras en que se construye y se difunde la historia oficial, sobre cómo pesan en su factura la coyuntura y el espacio, y sobre la multiplicidad de factores que contribuyen a deformar lo que suponemos son los mensajes claros del poder.
Las conmemoraciones del 2010 -bicentenario de la Independencia, centenario de la Revolución- coincidieron, en México, con una condena rotunda a la historia «oficial», aquella que se escribe por y para el Estado, la de los desfiles y los discursos, la que padecen los niños en la escuela, la que simplifica y engaña en su afán de formar conciencias. Además de los aniversarios históricos, debe celebrarse la reacción que provocaron, por ser muestra de espíritu crítico y del dinamismo de la esfera pública. Este libro también es producto de la celebración y de sus secuelas. Busca, sin embargo, ir más allá de la crítica justificada pero fácil, y eventualmente limitada, a la historia oficial. Reúne las reflexiones de un grupo de académicos sobre las maneras en que se construye y se difunde la historia oficial, sobre cómo pesan en su factura la coyuntura y el espacio, y sobre la multiplicidad de factores que contribuyen a deformar lo que suponemos son los mensajes claros del poder.