El Cofre, primer libro de Eugenia Prado, emerge como una incitación a internarse en un jeroglífico o en un laberinto perversamente estructurado y regido por una sexualidad que no evade ningún cuerpo en su relato, saciándose, para encontrar finalmente su propia carne, disgregada, atomizada y latiendo en cada una de sus partículas. Así, atentando contra una escritura/lectura lineal y burlándose del estereotipo de los géneros literarios, se abre aquí una zona que, barroca, libera deseo de escritura y hambre voraz por la palabra. El hambre y la sed, el excesivo tabaquismo, traspasa esta obra nueva, que auspiciosamente se inscribe con su palabra en la palabra.
El Cofre, primer libro de Eugenia Prado, emerge como una incitación a internarse en un jeroglífico o en un laberinto perversamente estructurado y regido por una sexualidad que no evade ningún cuerpo en su relato, saciándose, para encontrar finalmente su propia carne, disgregada, atomizada y latiendo en cada una de sus partículas. Así, atentando contra una escritura/lectura lineal y burlándose del estereotipo de los géneros literarios, se abre aquí una zona que, barroca, libera deseo de escritura y hambre voraz por la palabra. El hambre y la sed, el excesivo tabaquismo, traspasa esta obra nueva, que auspiciosamente se inscribe con su palabra en la palabra.