Al ordenar los libros me consuela pensar que no he leído los mejores, imaginar que al fin de otras labores sentiré lo que el niño que en la escuela infunde aliento en sílabas de tinta si despierta las letras con el dedo; al quitarles el polvo me concedo otra vida, mejor por ser distinta. Entre imaginaciones van los días pasando y queda en las estanterías la ilusión de una vida recobrada. Los años y los libros que he vivido ordeno y desordeno descreído, cansadas ya la vista y la mirada. «Al ordenar los libros», de Rafael Juárez
Al ordenar los libros me consuela pensar que no he leído los mejores, imaginar que al fin de otras labores sentiré lo que el niño que en la escuela infunde aliento en sílabas de tinta si despierta las letras con el dedo; al quitarles el polvo me concedo otra vida, mejor por ser distinta. Entre imaginaciones van los días pasando y queda en las estanterías la ilusión de una vida recobrada. Los años y los libros que he vivido ordeno y desordeno descreído, cansadas ya la vista y la mirada. «Al ordenar los libros», de Rafael Juárez