El presente ensayo es una exposición crítica de los conceptos bergsonianos a través de un relato en el que los problemas y los autores se van encadenando como personajes de una trama en la que vemos eclosionar el pensamiento de Bergson, Epicuro, Plotino, Spinoza o Aristóteles como algo vivo. Los últimos resultados de la investigación sobre Bergson se ponen a disposición del lector para preparar el asalto a uno de los libros más ambiciosos y peor comprendidos del siglo XX, Materia y memoria, donde su autor se enfrenta al desafío de pensar el nacimiento de la conciencia a partir de un plano trascendental sin sujeto, inaugurando así una senda que conduce directamente al momento filosófico actual.
El pensador que fascinó a toda una época se revela entonces como un genuino heredero de la tradición filosófica, pero también como el precursor oscuro de algunas de las querellas en las que el siglo XXI parece destinado a dejarse enredar, como la de la superación de la subjetividad o de la condición humana, la de la búsqueda de un fundamento perdido o la del abrazo acrítico de una religión de la «creatividad».
Ninguna de estas dificultades es escamoteada en el texto, que se sirve de Bergson al modo de una sonda de profundidad para escrutar el origen y el alcance de dichos problemas y, en consecuencia, obedece al mandato epicúreo de intentar atenuar la fascinación y el embrujo que ejercen sobre nosotros las supersticiones contemporáneas.
El presente ensayo es una exposición crítica de los conceptos bergsonianos a través de un relato en el que los problemas y los autores se van encadenando como personajes de una trama en la que vemos eclosionar el pensamiento de Bergson, Epicuro, Plotino, Spinoza o Aristóteles como algo vivo. Los últimos resultados de la investigación sobre Bergson se ponen a disposición del lector para preparar el asalto a uno de los libros más ambiciosos y peor comprendidos del siglo XX, Materia y memoria, donde su autor se enfrenta al desafío de pensar el nacimiento de la conciencia a partir de un plano trascendental sin sujeto, inaugurando así una senda que conduce directamente al momento filosófico actual.
El pensador que fascinó a toda una época se revela entonces como un genuino heredero de la tradición filosófica, pero también como el precursor oscuro de algunas de las querellas en las que el siglo XXI parece destinado a dejarse enredar, como la de la superación de la subjetividad o de la condición humana, la de la búsqueda de un fundamento perdido o la del abrazo acrítico de una religión de la «creatividad».
Ninguna de estas dificultades es escamoteada en el texto, que se sirve de Bergson al modo de una sonda de profundidad para escrutar el origen y el alcance de dichos problemas y, en consecuencia, obedece al mandato epicúreo de intentar atenuar la fascinación y el embrujo que ejercen sobre nosotros las supersticiones contemporáneas.