Lo único que me enseñaron los cuentos que mi madre me contaba cuando yo era pequeña, fue que ni los malos son malos, ni los buenos, tan buenos.
Que no todas las princesas llevan corona, ni los príncipes quieren conquistar reinos.
Que los finales felices no son más que una quimera.
Que algunas veces los monstruos son los únicos que nos protegen, y el horror no se encuentra debajo de la cama, sino en el reflejo que nos devuelve el espejo cuando nos miramos en él cada mañana.
Bella, serena Bella, nunca fue la muchacha alegre y frágil de la historia.
Lo único que me enseñaron los cuentos que mi madre me contaba cuando yo era pequeña, fue que ni los malos son malos, ni los buenos, tan buenos.
Que no todas las princesas llevan corona, ni los príncipes quieren conquistar reinos.
Que los finales felices no son más que una quimera.
Que algunas veces los monstruos son los únicos que nos protegen, y el horror no se encuentra debajo de la cama, sino en el reflejo que nos devuelve el espejo cuando nos miramos en él cada mañana.
Bella, serena Bella, nunca fue la muchacha alegre y frágil de la historia.