Lo primero con que se tropieza en un intento de identificación del afán peculiar de nuestra época, de su profunda intimidad, de su último sentido –en el supuesto de que nuestra época tenga sentido- es con una clara sensación de humanidad en crisis, por encima y por debajo de todas las viejas nacionalidades y de todas las viejas culturas. No es, por lo tanto, una crisis más sin trascendencia y fácilmente superable; sino una Crisis con mayúscula de todos los valores y actividades humanas, Crisis que ha trascendido las mentes más privilegiadas haciendo aparecer ante nuestros ojos, plenos de angustia indescriptible, un desmoronamiento radical que amenaza con dejar sin asideros al hombre actual.
Con repercusiones en la Ciencia y en el Arte, en la Política y la Economía, hasta infiltrarse paulatinamente en cada espíritu, aun en el del hombre de la calle que asiste a ella y la sufre, sin alcanzar a darse cuenta de dónde proviene su temblor.
Lo primero con que se tropieza en un intento de identificación del afán peculiar de nuestra época, de su profunda intimidad, de su último sentido –en el supuesto de que nuestra época tenga sentido- es con una clara sensación de humanidad en crisis, por encima y por debajo de todas las viejas nacionalidades y de todas las viejas culturas. No es, por lo tanto, una crisis más sin trascendencia y fácilmente superable; sino una Crisis con mayúscula de todos los valores y actividades humanas, Crisis que ha trascendido las mentes más privilegiadas haciendo aparecer ante nuestros ojos, plenos de angustia indescriptible, un desmoronamiento radical que amenaza con dejar sin asideros al hombre actual.
Con repercusiones en la Ciencia y en el Arte, en la Política y la Economía, hasta infiltrarse paulatinamente en cada espíritu, aun en el del hombre de la calle que asiste a ella y la sufre, sin alcanzar a darse cuenta de dónde proviene su temblor.