Versado en las Escrituras como pocos, inteligentísimo y sapiencial conocedor de la Teología y de la Literatura, los libros de Frank-Duquesne son densos, están llenos de reflexiones profundas y especulaciones variopintas que estimulan al lector inteligente, al que busca la verdad incansablemente, al que quiere saberlo todo sobre Dios y sus cosas. Pero es exigente. Este ensayo –como cualquier otra obra salida de su pluma– exige que nos sentemos a un escritorio, con lápiz y papel, la Escritura a mano, que nos aferremos al texto, y que no nos dejemos cansar por nuestras perplejidades
Versado en las Escrituras como pocos, inteligentísimo y sapiencial conocedor de la Teología y de la Literatura, los libros de Frank-Duquesne son densos, están llenos de reflexiones profundas y especulaciones variopintas que estimulan al lector inteligente, al que busca la verdad incansablemente, al que quiere saberlo todo sobre Dios y sus cosas. Pero es exigente. Este ensayo –como cualquier otra obra salida de su pluma– exige que nos sentemos a un escritorio, con lápiz y papel, la Escritura a mano, que nos aferremos al texto, y que no nos dejemos cansar por nuestras perplejidades