Combates reúne los relatos de madurez de Quintero, los que lo confirmaron como indiscutible maestro del género. Desde esa “poética del vértigo”, a la que han aludido algunos de sus críticos, que define su estilo y que sacude de forma radical todos nuestros sentidos, Quintero prescinde de las referencias al uso de lo cotidiano y de lo accesorio para enfrentarnos a unas pocas experiencias esenciales que parecen nacer de la alucinación y el delirio: la caída, la huida, el regreso, las metamorfosis, el cuestionamiento de la propia identidad, las pérdidas, el erotismo destructor, la obsesión analítica por verlo y observarlo todo —como si en su retina llevara instalada una poderosa lente de aumento— y, por encima de cualquier otra consideración, la obstinación por resistir las duras exigencias de estar en este planeta azul y hostil, expresada en su vocación por el combate. El combate desigual de un ser habituado a la derrota, pero que jamás claudica; el combate del que pareciera estar purgando un delito del cual no es consciente, acaso el delito de haber nacido, y que, sin embargo, nunca renuncia a buscar una salida y un sentido a la existencia.
Combates reúne los relatos de madurez de Quintero, los que lo confirmaron como indiscutible maestro del género. Desde esa “poética del vértigo”, a la que han aludido algunos de sus críticos, que define su estilo y que sacude de forma radical todos nuestros sentidos, Quintero prescinde de las referencias al uso de lo cotidiano y de lo accesorio para enfrentarnos a unas pocas experiencias esenciales que parecen nacer de la alucinación y el delirio: la caída, la huida, el regreso, las metamorfosis, el cuestionamiento de la propia identidad, las pérdidas, el erotismo destructor, la obsesión analítica por verlo y observarlo todo —como si en su retina llevara instalada una poderosa lente de aumento— y, por encima de cualquier otra consideración, la obstinación por resistir las duras exigencias de estar en este planeta azul y hostil, expresada en su vocación por el combate. El combate desigual de un ser habituado a la derrota, pero que jamás claudica; el combate del que pareciera estar purgando un delito del cual no es consciente, acaso el delito de haber nacido, y que, sin embargo, nunca renuncia a buscar una salida y un sentido a la existencia.