«Bohemia» nos deja el retrato de toda una época y, también, de su autor, Cansinos Assens , cuando contaba dieciocho años y se introducía en los ambientes del Modernismo y de la bohemia literaria. Se trata de una novela autobiográfica que desarrolla su argumento en el Madrid de 1900-1905 y que, además de narrar las peripecias vitales del joven aprendiz de literato Rafael Florido , y de su mentor, el bohemio y mecenas Manuel Molano, nos acerca a la pasion de unos jóvenes –Villaespesa, los Machado, González Blanco, Isaac Muñoz, Bargiela, etc.– por la literatura y las nuevas formas de expresión. Personajes como José Nakens, Rubén Darío, Alejandro Sawa o Ramón María del Valle-Inclán van sucediéndose en las páginas, al tiempo que obtenemos visiones rápidas, fragmentarias, que se van complementando sucesivamente, como al correr de una cinta cinematográfica, de todos los estratos de la sociedad madrileña de los albores del siglo XX. La obra es otro ejemplo de la prosa ágil, directa, de Cansinos Assens, del Cansinos de la posguerra, que permanecía totalmente inédito, y que con su libro de memorias «La novela de un literato» renovó el interés de la crítica hacia su figura.
* * *
Así comienza el libro:
FRACASADO COMO preceptor de los niños de don Moisés, tenía ahora el literato todo el tiempo por suyo –como decía irónicamente el padrino–, pero no lo emplearía para buscarse una colocación; que para él había que pintársela. Toda aquella inmensidad de tiempo, él la necesitaba para sus sueños y sus correrías inútiles y enervantes.
Desde luego, parar lo menos posible en la casa; vivir su vida propia, dejando a los demás que debatiesen sus pequeñas cuestiones, que a él le inspiraban pena. El problema económico, ¡los garbanzos! –como decía el padrino–, ¿qué importaba eso en la vida? ¿Qué importancia tenía eso para los Molano? ¡Si eso estaba resuelto o a punto de resolverse por los químicos alemanes! –decía desdeñosamente Manolo .
¡Con qué entusiasmo lo felicitaron los Molano por haber dejado a los niños de don Moisés! ¡Ese cargo de preceptor era indigno de un hombre como él, de un literato de su talla! Eso se quedaba para don Viriato Díaz-Pérez.
Pepe Molano, el soñador de los ojos azules, el amigo de los gatos, soltó al felino de la casa como quien suelta un manguito[8], se levantó y le dijo conmovido y muy serio:
—Crea usted que de veras me alegro porque al fin haya dejado esa colocación denigrante… Temía por usted; que se agarbanzase como tantos otros.
¡Cómo se lo agradeció el literato! ¡Qué colorado se puso! Y cómo se irguió, respirando con ufanía.
—¡Cosas del padrino! –explicó con desdén–. Yo, por mí, no habría estado allí ni un día.
—¡El padrino! ¡Es el hombre que no comprende! –declaró Pepe.
—¡El padrino! ¡Qué dice el padrino! ¡A ver! –inquirió Manolo–. Pues lo de siempre…: Que el problema económico, que los garbanzos…, que el casero…, ja, ja… –rió el filósofo.
«Bohemia» nos deja el retrato de toda una época y, también, de su autor, Cansinos Assens , cuando contaba dieciocho años y se introducía en los ambientes del Modernismo y de la bohemia literaria. Se trata de una novela autobiográfica que desarrolla su argumento en el Madrid de 1900-1905 y que, además de narrar las peripecias vitales del joven aprendiz de literato Rafael Florido , y de su mentor, el bohemio y mecenas Manuel Molano, nos acerca a la pasion de unos jóvenes –Villaespesa, los Machado, González Blanco, Isaac Muñoz, Bargiela, etc.– por la literatura y las nuevas formas de expresión. Personajes como José Nakens, Rubén Darío, Alejandro Sawa o Ramón María del Valle-Inclán van sucediéndose en las páginas, al tiempo que obtenemos visiones rápidas, fragmentarias, que se van complementando sucesivamente, como al correr de una cinta cinematográfica, de todos los estratos de la sociedad madrileña de los albores del siglo XX. La obra es otro ejemplo de la prosa ágil, directa, de Cansinos Assens, del Cansinos de la posguerra, que permanecía totalmente inédito, y que con su libro de memorias «La novela de un literato» renovó el interés de la crítica hacia su figura.
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Así comienza el libro:
FRACASADO COMO preceptor de los niños de don Moisés, tenía ahora el literato todo el tiempo por suyo –como decía irónicamente el padrino–, pero no lo emplearía para buscarse una colocación; que para él había que pintársela. Toda aquella inmensidad de tiempo, él la necesitaba para sus sueños y sus correrías inútiles y enervantes.
Desde luego, parar lo menos posible en la casa; vivir su vida propia, dejando a los demás que debatiesen sus pequeñas cuestiones, que a él le inspiraban pena. El problema económico, ¡los garbanzos! –como decía el padrino–, ¿qué importaba eso en la vida? ¿Qué importancia tenía eso para los Molano? ¡Si eso estaba resuelto o a punto de resolverse por los químicos alemanes! –decía desdeñosamente Manolo .
¡Con qué entusiasmo lo felicitaron los Molano por haber dejado a los niños de don Moisés! ¡Ese cargo de preceptor era indigno de un hombre como él, de un literato de su talla! Eso se quedaba para don Viriato Díaz-Pérez.
Pepe Molano, el soñador de los ojos azules, el amigo de los gatos, soltó al felino de la casa como quien suelta un manguito[8], se levantó y le dijo conmovido y muy serio:
—Crea usted que de veras me alegro porque al fin haya dejado esa colocación denigrante… Temía por usted; que se agarbanzase como tantos otros.
¡Cómo se lo agradeció el literato! ¡Qué colorado se puso! Y cómo se irguió, respirando con ufanía.
—¡Cosas del padrino! –explicó con desdén–. Yo, por mí, no habría estado allí ni un día.
—¡El padrino! ¡Es el hombre que no comprende! –declaró Pepe.
—¡El padrino! ¡Qué dice el padrino! ¡A ver! –inquirió Manolo–. Pues lo de siempre…: Que el problema económico, que los garbanzos…, que el casero…, ja, ja… –rió el filósofo.