Dalila Dreaming

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La madurez y el oficio narrativo que despliegan estos cuentos, nueve de ellos premiados en concursos nacionales, tienen su raíz en lo que muy pronto Carlos Castillo Quintero consideró su mundo. Un relieve atravesado por el desamor y el fracaso. Unas coyunturas urbanas, marginales y escépticas. Y, a su vez, un ámbito formal que se construye desde una escritura de frases cortas y poéticas. De hecho, estos cuentos, casi todos breves y contundentes, no vacilan en darle espacio a descripciones de gran densidad poética.

Pablo Montoya

Los personajes de estos doce cuentos, como los doce apóstoles, esperan sin saberlo su última cena. Van hacia su destino dando tumbos, sin mayores expectativas, con la derrota inyectada en las venas. La felicidad para ellos es un espejismo nocturno, un desliz, una traición. Han sido abandonados por todos y solo esperan abandonarse ellos mismos. En sus vidas la violencia y la muerte irrumpen aparejadas inevitablemente. Viven inmersos entre la inocencia y la sordidez y no podrán sobrevivir.

Guido Tamayo

Pocos autores, entre ellos Carlos Castillo Quintero, evidencian una apuesta al género del cuento con una devoción tan rigurosa que es en sí misma toda una militancia. Cada una de las historias de Dalila Dreaming sobresale por su confección cuidadosa, el esmero en la textura y por la solidez de su arquitectura. El lector tiene en sus manos cuentos contundentes, que susurran poesía. Castillo Quintero dibuja las atmósferas y las dispone con precisión para que en ellas deambulen personajes presos en rituales que los mantienen en pie. Hombres y mujeres abrumados por la certeza o la nostalgia del amor, alivianados por la insinuación del erotismo como si por fin ahí residiera la vida.

Andrés Mauricio Muñoz