Tal y cómo comenta Luis Mateo Díez en el prólogo: "Hay mucha variedad en lo que el autor nos cuenta, reminiscencias míticas, ritos legendarios, avatares cotidianos, tránsitos insospechados, pasiones inútiles. A veces se tiene la impresión de volver a caminar, con un excelente guía, por esos senderos furtivos que dejaron una huella oscura en nuestra memoria. Son cuentos que acumulan la zozobra antes de entregarnos la sorpresa para incrementar la inquietud."
El paradigma puede ofrecerlo el primer relato, donde se recrea el universo fascinante pero opresivo de la pensión Malabo, poblada por seres extravagantes. En él se contienen los elementos del modo de contar de Moyano: su gusto por las pequeñas historias que se suceden hasta formar la urdimbre de las grandes ficciones; esa aparente falta de orden en el modo de administrar la información; o ese desmesurado gusto por la descripción. Acaso sea el momento de que los narradores se planteen si tiene sentido describirlo todo tanto, si la función de la literatura no debería ser más sugerir que escenificar.
Tal y cómo comenta Luis Mateo Díez en el prólogo: "Hay mucha variedad en lo que el autor nos cuenta, reminiscencias míticas, ritos legendarios, avatares cotidianos, tránsitos insospechados, pasiones inútiles. A veces se tiene la impresión de volver a caminar, con un excelente guía, por esos senderos furtivos que dejaron una huella oscura en nuestra memoria. Son cuentos que acumulan la zozobra antes de entregarnos la sorpresa para incrementar la inquietud."
El paradigma puede ofrecerlo el primer relato, donde se recrea el universo fascinante pero opresivo de la pensión Malabo, poblada por seres extravagantes. En él se contienen los elementos del modo de contar de Moyano: su gusto por las pequeñas historias que se suceden hasta formar la urdimbre de las grandes ficciones; esa aparente falta de orden en el modo de administrar la información; o ese desmesurado gusto por la descripción. Acaso sea el momento de que los narradores se planteen si tiene sentido describirlo todo tanto, si la función de la literatura no debería ser más sugerir que escenificar.