Los poemas de Teoría del miedo, como el conjunto de la escritura de Leopoldo María Panero, son un nuevo viaje a lo oscuro, una vuelta a indagar otra vez en el vacío en un intento de dar nombre a aquello que, precisamente, no puede tenerlo, al igual que sucede con la belleza, esa aspiración sin nombre, de ahí que vació y belleza resulten ser equivalentes, cuando no dos caras de un mismo y único rostro, por lo demás, borrado.
Siendo así, ante la incapacidad, o imposibilidad, de nombrar aquello que imanta a la escritura con un poder supremo, irresistible, al poeta no le queda sino arriesgar, ninguna otra salida que el riesgo de un discurso que se dice sin que sea dicho para nadie, dicho por nada, que se dice, en último extremo, sin decirse.
Los poemas de Teoría del miedo, como el conjunto de la escritura de Leopoldo María Panero, son un nuevo viaje a lo oscuro, una vuelta a indagar otra vez en el vacío en un intento de dar nombre a aquello que, precisamente, no puede tenerlo, al igual que sucede con la belleza, esa aspiración sin nombre, de ahí que vació y belleza resulten ser equivalentes, cuando no dos caras de un mismo y único rostro, por lo demás, borrado.
Siendo así, ante la incapacidad, o imposibilidad, de nombrar aquello que imanta a la escritura con un poder supremo, irresistible, al poeta no le queda sino arriesgar, ninguna otra salida que el riesgo de un discurso que se dice sin que sea dicho para nadie, dicho por nada, que se dice, en último extremo, sin decirse.