A lo largo de las crónicas y breves ensayos literarios que componen este volumen, Alejandro Zambra hilvana, acaso sin proponérselo, una singular teoría de la lectura. Ya sea en el comentario sobrio y refinado de un determinado libro, o en las digresiones biográficas nacidas de los apuntes sobre tal o cuál autor -desde Parra, Levrero y Pavese hasta Millán, Riveyro y Tanizaki, pasando por Bolaño, Natalia Ginzburg y Puig-, el hecho mismo de leer ocupa el centro de estas páginas, en las cuales el estilete vehemente y bienhumorado contra los lugares comunes y las imposturas se alterna con la celebración intimista y sosegada de haber leído algo verdadero.
A lo largo de las crónicas y breves ensayos literarios que componen este volumen, Alejandro Zambra hilvana, acaso sin proponérselo, una singular teoría de la lectura. Ya sea en el comentario sobrio y refinado de un determinado libro, o en las digresiones biográficas nacidas de los apuntes sobre tal o cuál autor -desde Parra, Levrero y Pavese hasta Millán, Riveyro y Tanizaki, pasando por Bolaño, Natalia Ginzburg y Puig-, el hecho mismo de leer ocupa el centro de estas páginas, en las cuales el estilete vehemente y bienhumorado contra los lugares comunes y las imposturas se alterna con la celebración intimista y sosegada de haber leído algo verdadero.