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Aglaia Berlutti

4.7/5 ( ratings)
Born
September 22 2022
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Cuando era niña, siempre me asombraban las historias que se contaban sobre las brujas. Algo que creo era lógico, sin duda. Porque para mi, una bruja era mi abuela, mi mamá, cualquiera de mis primas. Una bruja era una mujer sonriente con los brazos cargados de flores, y el cabello oliendo a cerezos. La que cuidaba su jardin con las manos desnudas, la que alimentaba a los animales callejeros con el mismo amor que los que cuidaba en casa. Era la mujer hermosa que cantaba en mis rituales, con el cabello trenzado, y la bisabuela con el cabello muy blanco que cosía en la maquina Singer. Porque las brujas eran mi familia, mis damas. Y esa imagen, no coincida con las otras brujas, las que la gente me contaba.

Porque para todos los demás - o al menos, la gran mayoría - una bruja era una mujer de piel verde, que se reía en crueles carcajadas mientras decidía cual cosa terrible haría para divertirse. Una bruja se vestía de harapos, con sombrero en punta y meneaba su caldero repleto de sustancias peligrosas y de olores nauseabundos. Peor aún, una bruja era una mujer maligna, que utilizaba sus capacidades para destruir y asustar. La imagen no podía ser contradictoria y esa visión dual - lo que veía en mi casa y lo que veía fuera de ella - me acompañó por años. Crecí con ella de hecho, y siempre me preocupó.

De manera que de adulta, decidí escribir sobre brujas. Como las que conocía y amaba, como las mujeres que formaban parte de mi familia.

Brujas como yo.

Bienvenidos a este gran Libro de las Sombras que es mi trabajo autoral.

Aglaia Berlutti

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Cuando era niña, siempre me asombraban las historias que se contaban sobre las brujas. Algo que creo era lógico, sin duda. Porque para mi, una bruja era mi abuela, mi mamá, cualquiera de mis primas. Una bruja era una mujer sonriente con los brazos cargados de flores, y el cabello oliendo a cerezos. La que cuidaba su jardin con las manos desnudas, la que alimentaba a los animales callejeros con el mismo amor que los que cuidaba en casa. Era la mujer hermosa que cantaba en mis rituales, con el cabello trenzado, y la bisabuela con el cabello muy blanco que cosía en la maquina Singer. Porque las brujas eran mi familia, mis damas. Y esa imagen, no coincida con las otras brujas, las que la gente me contaba.

Porque para todos los demás - o al menos, la gran mayoría - una bruja era una mujer de piel verde, que se reía en crueles carcajadas mientras decidía cual cosa terrible haría para divertirse. Una bruja se vestía de harapos, con sombrero en punta y meneaba su caldero repleto de sustancias peligrosas y de olores nauseabundos. Peor aún, una bruja era una mujer maligna, que utilizaba sus capacidades para destruir y asustar. La imagen no podía ser contradictoria y esa visión dual - lo que veía en mi casa y lo que veía fuera de ella - me acompañó por años. Crecí con ella de hecho, y siempre me preocupó.

De manera que de adulta, decidí escribir sobre brujas. Como las que conocía y amaba, como las mujeres que formaban parte de mi familia.

Brujas como yo.

Bienvenidos a este gran Libro de las Sombras que es mi trabajo autoral.

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